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Los medios de comunicación informaron de que en la madrugada del pasado 18 de marzo la diputada de Podemos en el Parlamento de Galicia, Paula Quinteiro Araujo, se vio envuelta en una disputa con la Policía Local de Santiago, alertada por un vecino cuando 15 amigos de la diputada, con los que había estado cenando, se dedicaron a romper espejos retrovisores de coches estacionados en la vía pública. A la diputada se le subió el cargo a la cabeza y se enfrentó a los municipales con una chulería que no tardaría en convertir en actitud sumisa porque un escaño bien vale una petición de perdón.
Aunque el portavoz de En Marea, Luís Villares, quiere su dimisión, la joven diputada tiene el apoyo de la secretaria de Podemos en Galicia, Carmen Santos, y parte del grupo de En Marea.
¡Paula Quinteiro somos todos!
Estoy conmovido, lo confieso, ante la muestra de solidaridad que el grupo parlamentario de En Marea mostró con la diputada Paula Quinteiro al rechazar la dimisión que le exigió ese nuevo inquisidor de la política gallega, que es el portavoz Luís Villares.
Porque, ¿qué mal hizo Paula Quinteiro para que el inquisidor Luis Villares le exija la dimisión? Defender a unos amigos algo vándalos que se negaban a identificarse ante la policía cuando en una intensa noche de espejos rotos rompían a botellazos los retrovisores de los coches en una calle de Compostela. Hombre, es verdad que al llegar la policía, alertada por un vecino, uno de los rompecoches les llamó “policías fillos de puta” y les hizo una peineta dándole al brazo un gran giro “a la remanguillé”; pero ya se sabe que los policías tienen que ser como los árbitros. Un tipo que quería ser árbitro fue a inscribirse en un curso de la federación y el funcionario a quien se dirigió llamó a otro: -¡Manolo, ven a atender a este hijo de puta! El hombre, indignado, protestó: –Oiga, ¿a quién llama “hijo de puta”? Y el funcionario, sin perder la calma: -¡Manolo, no vengas que éste no vale! Pues los policías lo mismo, y no puede ser que si quince jóvenes comprometidos políticamente -¡ojo!, que algún día pueden tener en sus cerebritos los destinos de este país-, desahogan el idealismo patriótico en los retrovisores de unos cuantos coches, aparezca la brutalidad policial poniendo en el suelo al que les llamó “fillos de puta” y les largó la cornamenta, porque se negó a identificarse. Ante esta situación Paula Quinteiro hizo valer su condición de diputada: – Estáis secuestrando mi labor parlamentaria y tenéis que saber que tengo un régimen especial. Voy a interponer una interpelación parlamentaria ante el Parlamento gallego por la actuación policial. También es verdad que recogió del suelo y guardó en el bolso el teléfono móvil con el que la policía graba imágenes de follones y peleas, pero fue sin mala intención, pues creyó que era de un colega rompecoches.
Con todo, lo que más me llega al alma es la actitud maternal que con Paula Quinteiro mostró Carmen Santos, secretaria de Podemos en Galicia, cuando dijo: -Por tacticismo político no se le puede destrozar la vida a una joven. Me parece inhumano. ¡Y tan inhumano! ¡Es que si después del tiempo que lleva Paula Quinteiro cobrando 4.800 eurazos al mes como diputada, tiene que volver a un salario de auxiliar de enfermería, le arruinan la vida! Y el inquisidor Villares, groña que groña, venga a querer chimparla. No tiene corazón.
Cierto que ella debería pensar la noche de los espejos rotos que esos 4.800 eurazos se los pagamos los dueños de los coches atacados, los policías insultados, la gente de bien… y no sus amigos “machotes de la materia inerte”; pero es que tiene 27 añitos, hombre. Criaturita. Y si, como dice Carmen Santos, ya “pidió disculpas sinceras y honestas”, ¿por qué Villares va a preguntar a las bases de En Marea si hay que chimparla o no? Además de inquisidor, demagogo.
Estou conmovido, confésoo, ante a mostra de solidariedade que o grupo parlamentario de En Marea mostrou coa deputada Paula Quinteiro ao rexeitar a dimisión que lle esixiu ese novo inquisidor da política galega que é o portavoz Luís Villares.
Porque, ¿que mal fixo Paula Quinteiro para que o inquisidor Luís Villares lle esixa a dimisión? Defender a uns amigos algo vándalos que se negaban a identificarse ante a policía cando nunha intensa noite de espellos rotos esnaquizaban a botellazos os retrovisores dos coches nunha rúa de Compostela. Home, é verdade que ao chegar a policía, alertada por un veciño, un dos rompecoches lles chamou «policías fillos de puta» e púxolles a figa dando ao brazo un xiro á remanguillé; pero xa se sabe que os policías teñen que ser coma os árbitros. Un que quería ser árbitro foise inscribir nun cursiño da federación e o funcionario a quen se dirixiu berroulle a outro: «¡Manolo, ven atender a este fillo de puta!». O home, cabreado, protestou: «Oia, ¿a quen chama ‘fillo de puta’?». E o funcionario, sen perder a calma: «¡Manolo, non veñas que este non vale!». Pois os policías o mesmo, e non pode ser que se quince mozos comprometidos politicamente -ollo!, que algún día poden ter nas súas cacholas os destinos deste país- desafogan o idealismo patriótico nos retrovisores duns cantos coches, apareza a brutalidade policial poñendo no chan ao que lles chamou «fillos de puta» e lles largou a cornamenta, porque se negou a identificarse. Ante esta situación Paula Quinteiro fixo valer a súa condición de deputada: «Estades secuestrando o meu labor parlamentario e tedes que saber que eu teño un réxime especial. Vou interpoñer unha interpelación parlamentaria ante o Parlamento galego pola actuación policial». Tamén é verdade que recolleu do chan e gardou no bolso o teléfono móbil co que a policía grava imaxes de leas e liortas, pero foi sen mala intención, que pensou que era dun colega rompecoches.
Con todo, o que máis me chega á alma é a actitude maternal que con Paula Quinteiro mostrou Carmen Santos, secretaria de Podemos en Galicia, cando dixo: «Por tacticismo político non se lle pode esnaquizar a vida a unha moza. Paréceme inhumano». ¡E tan inhumano! ¡É que, se despois do tempo que leva Paula Quinteiro cobrando 4.800 eurazos ao mes como deputada, ten que volver a un salario de auxiliar de enfermería, arruínanlle a vida! E o inquisidor Villares, groña que groña, veña a querer chimpala. Non ten corazón.
Certo que ela debería pensar a noite dos espellos rotos que eses 4.800 eurazos pagámosllos os donos dos coches atacados, os policías aldraxados, a xente de ben… e non os seus amigos «machotes da materia inerte»; pero é que ten 27 anos, home. Criaturiña. E se, como di Carmen Santos, xa «pediu desculpas sinceras e honestas», ¿por que Villares vai preguntar ás bases de En Marea se hai que chimpala ou non? Ademais de inquisidor, demagogo.
Magistral