El Parlamento Gallego, presidido por Antonio Rosón, se instaló de forma provisional en el espléndido marco del Pazo Xelmírez y el 12 de Diciembre del año 1981 comenzó la primera legislatura. Francisco Vázquez, secretario general del PSOE gallego y Ceferino Díaz, el ideólogo, habían acordado llevar en las listas a cuatro galleguistas independientes: Ramón Piñeiro, Carlos Casares, Alfredo Conde e Benjamín Casal, que dieron el voto a Gerardo Fernández Albor para que presidiese la Xunta de Galicia. La inexperiencia dio lugar a la anécdota cuando el presidente leyó de corrido las dos fórmulas alternativas y dijo: “Juro o prometo…”.
En mayo de 1982 Francisco Vázquez renunció a la secretaría del PSOE y non volvió al Parlamento al no ser aceptada su propuesta de que A Coruña fuera la capital de Galicia. En noviembre fueron expulsados los diputados del Bloque Bautista Álvarez y Lois Diéguez, y del PSG, Claudio López Garrido, por no acatar la Constitución y el Estatuto de Autonomía.
En junio de 1984 los restos de Castelao volvieron a Galicia para reposar en el Panteón de Galegos Ilustres. La politización resultó inevitable y lo que debería ser motivo de alegría compartida, se convirtió en un acto lamentable.
A finales de 1985 se convocaron nuevas elecciones.