Creo que la bellísima Sara Montiel –bella hasta lo increíble- fue mejor actriz en su vida diaria que en el cine. En pleno éxito, cuando era un ídolo de masas en países tan distintos como Méjico, Francia y España; y después, cuando ocultaba las arrugas bajo la gruesa capa de maquillaje, se empeñó en representar, día tras día, hasta hace pocos años, el papel de mujer frívola. Y lo hizo a la perfección, sin el menor esfuerzo. Habrá, incluso, quien piense que lo era; pero no es verdad.
Artigo disponible en castellano
Cuando a la diva se le preguntaba por su relación con León Felipe, dejaba la pose, cambiaba el tono y el timbre de la voz, y, sobre todo, modificaba radicalmente el discurso tontorrón para ofrecer otro muy serio y lleno de enjundia. Al terminar, de nuevo revolvía la lengua, como si no le cupiese en la boca, y volvía al papel de la boba, que no era en absoluto. Conviene saber que en los años sesenta tenía el teléfono controlado por la policía franquista, y que no fueron pocos los jóvenes escritores y actores contrarios al Régimen, que salieron de los calabozos porque Sara Montiel pagó sus multas.
Ler o artigo en castelán