En San Millán de la Cogolla nacieron el castellano y el euskera como idiomas literarios; por eso están allí el Centro de Investigación de la Lengua Española y dos fundaciones: la que lleva el nombre del santo y la Fundéu BBVA –reconozco que no me enteré de la relación entre una y otra-, que organizan, desde hace once años, seminarios relacionados con el idioma. En esta ocasión se trató de “El lenguaje del humor en el periodismo español”, y me hicieron el honor de invitarme. Era la primera vez en mucho tiempo –desde que el deterioro de mi aparato digestivo me impuso una alimentación que me hace resultar antipático en un grupo donde todos comen y beben- que me aventuraba a enfrentarme durante dos días con los menús colectivos, y, aunque tuve que cambiar algún plato un par de veces, resultó bien, muy bien, estupendo. Excuso decir que yo era el participante de más edad, pero me sentí rejuvenecido entre tanta gente joven, interesada en el lenguaje del humor. Y hubo varias sorpresas agradables. La primera oír a la reina hablando de Wenceslao Fernández Flórez en su discurso de apertura. Después, descubrir en ella la periodista que fue y seguramente sigue siendo. Lo digo porque estuvo tan cómoda entre nosotros, que no tenía prisa en irse.
Los participantes
De los 20 participantes sólo conocía personalmente a Forges, y de oírlos en la radio a la encantadora Nieves Concostrina, toda simpatía y gracia; a Toño Fraguas, el hijo de Forges; y al vasco José A. Pérez Ledo, hijo de gallega, como su apellido indica. También conocía la obra del excelente caricaturista catalán Jaume Capdevilla (Kap), aunque nunca coincidiera con él. Había más gallegos, como el coruñés de Monte Alto, Miguel López (Hematocrítico), listo “como un allo”; y Julián Hernández, del inolvidable grupo musical Siniestro total. Si consideramos que los Forges son hijo y nieto de gallego, porque el padre del celebrado viñetista era hermano de don Antonio Fraguas, conocido etnógrafo y buenísima persona, no hay duda de que Galicia estuvo muy presente. A todos los demás, incluidos los organizadores, fui conociéndolos sobre la marcha y sólo puedo tener palabras de gratitud para ellos, por hacerme sentir en familia. El “petrucio” de la familia, a quien escucharon con atención y respeto.
Desde el primer momento percibí algo especial en un muchacho de 30 años, del que todos se hacen lenguas por lo bien que escribe. Es Juan Soto Ivars, y en estos momentos se habla de él en toda España. ¿Por qué? Porque es un nuevo Quijote y acaba de renunciar a su colaboración en “El País”, y además lo hace llamándole “tirano” a Cebrián en un mensaje cifrado, en su último artículo publicado. Podéis entrar en alguno de los varios archivos de Internet, que informan de tan insólito suceso. No, no me había equivocado. Juan podría muy bien encarnar la versión actual del Ingenioso Hidalgo, a quien los que lo conocían llamaban “el bueno”.
José A. Pérez Ledo Elena Gómez Kap Joaquin Mullert Magí Camps Carmen Morán
El milagro del bibliotecario de poquita voz
Con Nieves Concostrina fui testigo de un pequeño milagro en el monasterio de San Millán. Testigos fuimos todos, pero creo que sólo Nieves y yo nos percatamos del suceso. Sucedió que el bibliotecario, hombre amable y simpático, hablaba tan quedo que ni poniendo la oreja pegada a su boca non enterábamos de qué decía. Pero como lo que decía era importante y nosotros estábamos ávidos de saber, San Millán obró el milagro y al cabo de pocos minutos el buen bibliotecario empezó a hablar con voz tan diáfana y sonora que envidia daría al mismísimo Plácido Domingo. Y quizá por efecto del éxtasis milagroso, o porque quisiera distanciarse del bibliotecario Jorge de Burgos, de “El nombre de la rosa”, abrió el armario de los libros más preciados y fue mostrándonos varios incunables para terminar con una verdadera joya, por lo que de lección de historia representa: una biblia traducida del hebreo al latín por Erasmo de Rotterdam, censurada por tres inquisidores, tres; que después de Trento atacaron con saña las páginas escritas por el teólogo europeo de mayor prestigio en su tiempo. ¡Cousas veredes!
Los debates
Como “o demo sabe máis por vello que por demo”, ya metidos en faena, intenté con mucho tino, para no ejercer de Pepito Grillo, llevar el debate al punto esencial de cualquier análisis sobre el humor: ¿Qué es el humor? ¿Cuántas y cuáles son las formas del humor?
Mis intervenciones incidieron en la necesidad de no empezar la casa por el tejado, que es lo que suele hacerse en los tratados del humor. Llamé para que me auxiliasen a Pirandello, Pío Baroja, Wenceslao Fernández Flórez, el doctor Goyanes, Ramón Gómez de la Serna, Celestino Fernández de la Vega…, y ¡Aleluia! La mitad de los asistentes quisieron que les enviase mis reflexiones sobre el humor, recogidas en varios libros, y de forma más amplia y rigurosa en el titulado “Cervantes e o Quixote. A invención do humorismo”, de próxima edición.
Comprenderéis que haya vuelto a casa feliz e ilusionado. Si los responsables de las dos fundaciones organizasen el próximo año un encuentro para tratar “El campo semántico del humor”, con participación de algún miembro de la RAL, sería perfecto.
Lectura de un poema
Habían intervenido varios participantes para hablar del lenguaje del humor y de la poesía, y yo aproveché el momento para pedir que me dejasen leer un poema. Creyeron que era broma y rieron, pero cuando leí el Legero dolore, de Martín Ceballos, se fue haciendo un silencio tan intenso, que al terminar nadie quería romperlo. Juan Soto colgó el vídeo de la lectura en su Facebook, y las opiniones que fueron llegando ratifican la conclusión que expuse al finalizar la lectura: lirismo y humorismo son dos creaciones que armonizan estupendamente; e incluso en un poema de amor como el de Ceballos, el humorismo es la sal que lo hace verdaderamente sublime.