Los ojos de Isaac, como los de Picasso, veían detrás del horizonte artístico. Lo dije hace años y lo repito ahora: en Isaac había mucho más que una chispa de genialidad, y lo demostró como pintor, diseñador, ceramista y arquitecto. Pero además de la admiración que sentí por el artista, me maravilló el Isaac, pequeño-enorme hombre, fiel a la memoria de los que, frente a la barbarie, dieron la vida por Galicia; el que puso en marcha empresas ejemplares; o que se dió generosamente a los amigos… Yo, que fuí uno de ellos, intenté captar una pizca de su personalidad en retratos y caricaturas.
Ha visto truncadas sus recompensas, pero es un puntal para Sargadelos y Galicia.
Con admiración.
Rosa María Milleiro